La monologuista Pamela Palenciano cuenta cómo se vive el maltrato machista en primera persona
"Todo comenzó desde el minuto 1 en que empezamos a salir, pero yo no lo veía. Me hubiera encantado que alguien me hubiera dicho a tiempo que eso no era normal".
A Pamela Palenciano hay que escucharla y leerla. No solo tiene una historia que contar —de eso está lleno el mundo en general y los medios online en particular—, sino un objetivo: cambiar la realidad con su testimonio.
Con sus monólogos No solo duelen los golpes lleva diez años tratando de transmitir cómo se vive el infierno del maltrato machista en primera persona.
A los 12 años, Pamela se enamoró de un chico de 14. Él bailaba break en un parque. Ella iba a verle. Se miraron. Y las mariposas en el estómago fueron el prólogo de una pesadilla.
Ha sido años después, y con ayuda, cuando Pamela ha sabido ver la relación en perspectiva. Ella misma es ahora capaz de identificar cómo pronto comenzó a torcerse contra ella lo que sentía como una relación bonita.
"Empieza con las sugerencias. Desde la primera semana todo eran 'sugerencias'. Yo decía 'vamos con mis amigas' y él me decía que mejor nos quedásemos los dos. A mi me parecía una forma de pasar más tiempo juntos. Me decía 'no te pongas esta falda que todos te miran y yo lo paso mal porque pienso que me vas a dejar por otro'. Yo hacía taekwondo y él me decía que los otros chicos me agarraban y me tocaban las tetas sin que yo me diera cuenta", nos explica.
Y Pamela comenzó a dejar de hacer cosas que le gustaban. Pronto en su armario no había ya faldas. Dejó de practicar taekwondo. Y bailaba break solo con él, sin nadie alrededor. Para ella "esos cambios eran muestras de amor hacia él".
Pronto sus amigas comenzaron a hablar de fiestas a las que ella no había ido, a hacer bromas que ella no entendía. A los 13 años, Pamela fue perdiendo a su mejor amiga. También a su mejor amigo. Su maltratador había completado la primera fase: el aislamiento de la víctima.Pamela comenzó a escuchar frases de su novio como "te mola que te miren y dejarme a mí como una mierda". "A los ocho meses tuvimos una gran discusión porque me reí con sus amigos de unos chistes y él me acusó de estar tonteando con un amigo suyo".
Lo dejaron. "La primera vez que te faltan al respeto debe acabarse todo", dice hoy Pamela. Pero el chico le pidió perdón al día siguiente. Y volvieron.
A partir de ahí la relación entró en un círculo vicioso al que Pamela llama telaraña. "La telaraña tiene tres fases: acumulación de tensión, explosión y luna de miel". A cada "delante de todos mis amigos, me das asco" le seguía un "no te pongas así". A cada pelea, una reconciliación.
"Te agarras a 'yo voy a cambiar esto y él va a cambiar por mi'. A las mujeres nos educan para que sintamos que nuestra capacidad amorosa puede reconducir la agresividad masculina", reflexiona Pamela.
Así, ya aislada, fue convirtiéndose en propiedad de su novio. "Vosotros, por la competitividad con otros hombres, cuando estáis con una chica tenéis la sensación esa de 'me lo he currao'. Y volcáis contra nosotras un montón de inseguridades y de rabias".
A Pamela, una de las situaciones que más dolor le generaban eran lo que denomina "silencios asesinos" de su novio.
—¿Por qué me llamas puta delante de todos tus amigos?
Silencio.
Callado, de brazos cruzados.
Sin embargo, todo tiene un límite. Con 18 años ya, a Pamela le apasionaba la radio y quería estudiar Comunicación Audiovisual.
'Si me dejas por la radio, te mato', fue la reacción de su pareja.
Él lo intentó dos veces. Ella finalmente le dejó y cambió de ciudad.
"A las mujeres los hombres nos matan, o lo intentan, cuando nosotras le ponemos fin, cuando los hombres sienten que de verdad nos pierden", reflexiona.
"Estuve tres años sin vida, sin querer tener relaciones, me daba miedo enamorarme", asegura. Lo tenía bloqueado todo hasta que un día un portazo del novio de una de las chicas con las que compartía casa lo sacó todo hacia fuera.
Fue entonces cuando lo contó todo. A sus amigas, a la psicóloga y a si misma. Hasta entonces no se había reconocido como mujer maltratada.
"Mi psicóloga fue quien me dijo 'Pamela, no solo duelen los golpes'", recuerda.
Ese es precisamente el nombre que le ha puesto a los monólogos con los que recorre institutos y centros sociales de toda la península para concienciar sobre la violencia machista. Su trabajo actúa como un espejo ante la audiencia. " Todos los días recibo feedback. Me llegan chicas que se reconocen tras cada monólogo. Ayer mismo en Vallecas una chica había traído a su prima a verme porque quería demostrarle que esto es lo que le está pasando", cuenta abrumada.
¿Y los chicos? "Muchos suelen incomodarse, les toca mucho los huevos sentir que están hablando de ellos. Un día uno me dijo que me había visto hacía años y que se había cabreado mucho conmigo, pero que en una pelea con su novia se acordó tanto de mi monólogo que cambié su vida", responde.
La intención de Pamela es tejer redes femeninas que puedan prevenir el torbellino de violencia en que pueden desembocar algunas relaciones de… ¿amor?: "Las relaciones son para crecer. El amor suma y no resta. El amor, el de verdad, no duele".
Para Pamela, la clave para la salud de las concesiones individuales en el amor es "la equidad. La línea roja se cruza cuando tu voz interior te dice que ya has cedido muchas veces y la otra persona además lo niega".
Con un hijo y una hija, la educación de cara a esa equidad es otra de sus preocupaciones. "Fíjate lo que me contaba una amiga. Su hijo de 5 años le dijo un día 'mamá, ¿por qué estás con lo del machismo si las que sois más fuertes sois las mujeres. Vosotras parís y lo que nos pasa es que nos dais miedo'".
"Yo no quiero que a mi hija la eduquen para que no se ponga falda, quiero que eduquen a los niños para que no se levanten en el colegio. A mí me preocupa mucho más la educación de mi hijo que la de mi hija, porque ya desde pequeño le van a encorsetar en el papel de macho. Mi hija puede vestirse de Spider-Man, pero mi hijo de princesa no".
"El entrenamiento emocional de los hombres es una mierda", remata.
Y no. Los hombres no debemos tomar eso como excusa.
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